“Sistema de protección contra la
sociedad”, así definiría yo a este sentimiento. Es bastante común, pero algunos
lo llevan mejor que otros, en mi caso, me ha acompañado desde hace mucho tiempo.
La vergüenza aparece en nosotros en un momento no exacto, cuando queremos
darnos cuenta ahí está, sentimos que nos pueden juzgar por lo que hagamos, nos
preocupa el qué dirán y que si lo que hacemos está bien o no, no tenemos
sentido del ridículo.
Este tema ha aparecido unas pocas
veces en clase al tener que hacer alguna actividad como un baile, o por ejemplo
ponernos a la vista de todos en el lugar más alto de la clase, en la tarima,
para mostrar algo que habíamos “incubado” sobre un tema concreto, donde muchos
ojos nos miran y analizan cada cosa que forma parte de nosotros, o así lo
creemos.
Nuestra profesora Pilar, nos ha dicho
que al ser futuras profesoras esa timidez no tiene sentido. Pienso que sí, que
tiene razón, hay que perder esa vergüenza que nos impide hacer o decir las
cosas que nosotros queremos. Pero también pienso que nuestra mentalidad de
adolescentes-adultos nos hace ver de diferente manera ponernos delante de personas
de nuestra misma edad que delante de niños pequeños. ¿Por qué? Porque con los
niños pequeños, en mi caso, me siento mucho más cómoda, ellos no tienen el
pensamiento de juzgar cómo eres, cómo vas vestido, cómo te comportas, qué dices;
los adultos queramos o no siempre juzgamos o destacamos algo de otra persona,
ya sea de forma positiva o negativa, con buenas intenciones o malas, pero lo hacemos.
Que yo sepa hay muy pocos niños que sean tímidos, claro que los hay, pero a
medida que esos niños crezcan pienso que se preocuparán por las mismas cosas
que a lo mejor yo u otra persona de mi edad o parecida se preocupa ahora. No
apoyo que esto sea así, pero a veces es que no se puede remediar, aunque sí es
posible que desde un primer momento, siendo profesoras podemos inculcar unos
valores y una seguridad en los niños que evite este problema cuando sean más
mayores.
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